el arte del s. XIX al XX

el arte del s. XIX al XX

¿Cómo explicas, en términos de corrientes artísticas, el paso del s. XIX al XX?

Explicar, reconstruir, en términos artísticos el período histórico comprendido entre 1848 y la vigilia de la Primera Guerra Mundial.

El arte, a partir del s. XVIII, pasó a ser una experiencia estética, pero sin desligarse de toda forma de trabajo ni de su propio lenguaje, aunque sí que tuvo que adecuarse a nuevas técnicas, ya que la invención de la fotografía de 1824 revolucionó la esfera artística, la “realidad” visible captada por la cámara superaba a la “realidad” pictórica, por lo que los artistas apostaron por la “realidad oculta”, aquella que profundiza en los sentimientos, explorando las diferentes subjetividades, aunque en el realismo, el propósito fuese la representación objetiva e imparcial de la realidad[1].

Tal y como se llegó a afirmar, se consideró que la gran realidad estaba en la imaginación y en la fantasía del propio artista, distanciándose de la racionalidad kantiana[2] que venía gobernando todo lo cognoscible de la objetividad humana.

A este momento concreto hay que añadir diversos aspectos, como la revolución de los encuadres de las famosas estampas japonesas que acababan de llegar a Europa, donde se rompía la trayectoria de la simetría convencional, ya que veníamos de una simetría prácticamente milimetrada, lo que se puede constatar en obras como la de David Friedrich “Viajero frente al mar de niebla” (caminante sobre un mar de niebla), cuyo paisaje y dibujo puede ser perfectamente dividido por su eje central.

Otro de estos aspectos fue el cambio sistémico a nivel político, ya que la ruptura con los absolutismos europeos, e incluso con la pérdida de poder eclesiástico, hizo que se instauraran nuevas formas de gobiernos más “democráticos”, creando una sociedad más plural en ideas, lo que permitió el paso a grandes revoluciones, como la de 1848, donde el proletariado asume el protagonismo, junto a la publicación del Manifiesto comunista de Marx, o la segunda revolución industrial junto a los procesos de unificación de Italia y Alemania, momentos de gran calado social, político, histórico y cultural que irán forjando un incipiente capitalismo.

La tecnología de la fotografía dio paso inmediato a la invención del cine (1895), donde el movimiento de las imágenes era la principal novedad, asignada a los hermanos Lumière[3], una realidad que aprovechó el pintor Leopold Survage[4], alumno de la escuela de Matisse, ya que fue el primer artista en conseguir las formas en movimiento con colores.

Si todo ello lo mezclamos en su propio conjunto, obtenemos el momento preciso para el inicio de lo podríamos designar como “arte contemporáneo”, fijándolo entre finales del s. XIX y principios del s. XX, pero siendo benévolos con la “imprecisión” de dicha etapa inicial.

El panorama de los artistas pictóricos preocupados por recuperar su autoría, y el cine preocupado por su ejercicio de disfrute estético y visual, demostrando que lo espectacular prevalece sobre la narrativa, junto a los grandes cambios de la producción cultural, y la revolución literaria y teatral, vienen a reafirmar la frase antagónica de Baudelaire al decir “Yo entiendo por modernidad todo lo efímero con una mitad de arte y otra mitad eterno e inmutable[5], frase que bien podemos unir al oxímoron Nietzscheano de “destrucción creadora” en clara alusión a una ruptura que intentará crear un mundo nuevo.

Efectivamente, es una ruptura con la condición histórica precedente que favoreció una diversidad en el pensamiento y en la experimentación, lo que permitió que hubiese una transformación cualitativa en las artes estéticas.

Los pintores de la época recogen el relevo y se plantean pintar al instante al igual que hace la fotografía, de hecho, si la fotografía descompone la luz para generar la imagen, ellos se proponen componer nuevamente la luz, y para ello han de romper la diferencia entre el esbozo y la obra definitiva, ya que pintar en el momento, lo que hace que el dibujo pierda mimesis realística en detrimento del color.

Los temas preferidos son los paisajes, observación directa de la naturaleza en un plein air de simbiosis con el artista, los instantes cotidianos, la luz natural preferiblemente y la naturaleza en movimiento, lo que ya podíamos ir observando en ciertas obras como “Los estudios de nubes” de John Constable (1821), fenomenología de la naturaleza y movimiento, sacrificando el dibujo en aras de un mayor colorido, y negándose al uso del color negro, ya que no existe en la naturaleza por el hecho de que el negro es la ausencia de color. Como dice Joan Campàs: “Punto final de la pintura con el mundo visible y el principio de su destrucción[6], aunque más bien lo definiría como “metamorfosis artística”.

Es en este punto donde el pintor experimenta con su obra, un cierto positivismo filosófico que potencia su creatividad moderna, y no necesariamente por la técnica usada, podía serlo por su propio contexto o por técnica y contexto. Había que romper con el academicismo, ya lo habían iniciado anteriormente, a mediados del s. XIX en el Salón des refusés (Salón de los Rechazados), donde a través de la provocación, sirva de ejemplo la obra de Coubert, máximo representante del realismo, “El origen del mundo”, obra controvertida, escandalosa y arrogante en la época, rechazada por el jurado del Salón de París, al igual que le pasó a Manet con “Almuerzo sobre la hierba”, por presentar una mujer desnuda junto a dos hombres vestidos en un jardín, totalmente opuesto a las “Mujeres en el jardín” (1866) de Monet, eran sus obras, pero ante todo, eran sus ideas, aquellas que propiciaron el cambio y la metamorfosis.

No solo experimentaban con la técnica, sino que también jugaban con el espectador, querían provocar reacción, emoción y expresión a través de escenas cotidianas y realistas, esa experimentación sobre la sociedad de la época los llevará a crear una nueva convención, donde lo “raro y singular”, innovador y auténtico, cobra mucho más valor, ya que conviene no olvidar que la fotografía permitía la reproducción ilimitada de sus creaciones, por lo que el original tenía que prevalecer en importancia ante la copia.

Erróneo sería pensar que esta innovación pictórica acaba con la pintura artesanal, ya que de ahí la excelencia pictórica y fiel academicismo de Gérome o de Alma-Tadema, porque ambas coexisten, y esa originalidad y provocación obtiene rechazo o aceptación por parte del público. Como define Ortega y Gasset en “La deshumanización del arte[7]: “La obra de arte como un poder social que crea dos grupos antagónicos”, los favorables y los contrarios, pero ya no habrá indiferentes.

A pesar de ello, no debe olvidarse la figura del crítico ni la figura del marchante empresario, por la relevancia que tienen en el proceso metamórfico de cambio sistémico en la esfera artística, a modo de ejemplo podríamos resaltar a Theo Van Gogh, hermano de Vincent Van Gogh que, gracias a él, por su financiación y apoyo, permitió la dedicación artística de un Van Gogh polémico con su obra y con su persona, sin potenciarlo en vida.

Estas figuras: crítico y marchante, pasan a ser cruciales en el conjunto de las artes estéticas, porque el público aún necesitará un período de tiempo mayor para aprender a “mirar” de nuevo las obras revolucionarias que se le plantean, ante el advenimiento del nuevo siglo XX, que puso en la palestra el sistema newtoniano con la publicación de A. Einstein y su teoría de la relatividad (1905), donde se afirma que las leyes físicas varían según el observador, por ello el artista se siente libre, sin limitaciones, subjetividad total en su proceso creativo. Críticos como el poeta Charles Baudelaire llegarían a afirmar que “Manet, Monet y Morisot son lo que se llama modernidad”[8].

El simbolista Gauguin y el postimpresionista Van Gogh (insertados en estas corrientes artísticas a pesar de que como la mayoría pudiesen estar encasillados en diversos movimientos), amigos y excelentes bebedores de absenta con actitudes bohemias, se codeaban con la denigración humana, prostitutas y miserias[9], seguramente por ello su arte era considerado extremista, y fue paradójico que ambos se hiciesen populares después de su fallecimiento gracias a sus marchantes[10], aunque su producción artística abarcaba otras corrientes que distaban del simbolismo o del postimpresionismo. Estos hechos pueden llevarnos a plantearnos si realmente la etapa del realismo no cayó en decadencia, comparado con su anterior romanticismo ejemplar.

Lo cierto es que estamos ante un nuevo lenguaje que Cézanne vendría a anunciar como la concepción moderna del arte donde “se rechaza las reglas de un juego donde los dados están trucados[11]., o también definido por Coubert[12] como “La pintura…Se trata de un lenguaje completamente físico”, un lenguaje que se puso en boca del realismo, del impresionismo, del postimpresionismo y del primitivismo, pero no es solo un lenguaje novedoso, es también una excelsa herramienta.

El artista experimenta e investiga, y por ello inventa, revolucionando el arte, dando paso a un atractivo impresionismo, donde el público toma ya una reconocida importancia en el proceso de percepción y construcción de la realidad, que se le plantea con la obra, y es debido a que el público comenzaba a estar más avezado en temas artísticos, de ahí la polémica de Manet que atraía a un determinado público con su obra de Olimpia (1863), y donde Belinda Thompson[13] magistralmente la yuxtapone con Alexandre Cabanel y su “El nacimiento de Venus” (1863) en un alarde comparativo ejemplar.

No será hasta finales del s. XIX donde un Seurat, con obras maestras como “Bañistas” (que extrañamente me recuerdan a un más cercano Joaquín Sorolla, seguramente por el uso de la temática y de la luz natural) que llega a crear una obra magistral del puntillismo “Tarde de domingo en la isla de Grande Jatte” (1886) en respuesta a ese antiacademicismo que les obligaba a continuar con la experimentación en camino directo a un postimpresionismo que pretende huir de la incipiente modernización e industrialización, ante lo que algunos llegarían a considerar la decadencia de la cultura y de la creatividad, y es en este punto donde resaltarían los primitivistas como Munch o el polifacético Gauguin, precursores del expresionismo y del fauvismo.

En mi interpretación del primitivismo podríamos decir que pocos llegan a decir tanto con tan poco, a través de su obra, una obra “simple” pero extraordinaria, que rápidamente pone en antecedentes al espectador, sacando su parte más reaccionaria hacia el sistema[14].

Si algo podemos concluir del paso del s. XIX al XX en términos de corrientes artísticas, es que fue prolífico en creatividad, a pesar de lo que ellos mismos pensaban acerca de que se estaba acabando con la creatividad, y que ese ingenio creativo cambió la perspectiva del mundo en general y del arte en particular, rompiendo con viejos paradigmas y academicismos obsoletos. Abrieron la puerta de nuevos vanguardismos, donde el arte se preparaba para el abandono de las líneas y del simple placer estético, tomando importancia el espectador, que en definitiva es aquél que viene a interpretar la obra que hace al artista.

Esteban Rubio Cobo



[1] Según J. Campàs, “basada en la observación meticulosa del momento”. El Realismo. Materiales UOC. 2020. p. 3.

[2] KANT, Immanuel. Publicó su “Crítica de la razón pura” en 1781.

[3] La película de los hermanos Lumière, “Arrivée du train à la Ciolat” (1895), en la actualidad puede verse en color y en formato 4K gracias a algoritmos de IA (Inteligencia Artificial) del autor Denis Shiryaev en: https://www.youtube.com/watch?v=EqbOhqXHL7E

[4] Se puede ver su obra en la Centennial Celebration 14 Léopold Survage, “Colored Rhythm Study for the Film”. https://www.youtube.com/watch?v=tu8S47O-MOA

 

[5] GODOY DOMINGUEZ, M. Jesús. “El pintor de la vida moderna” de Charles BAUDELAIRE. Fedro, Revista de Estética y Teoría de las Artes. Número 7, septiembre 2008. ISSN 1697 8072. https://institucional.us.es/fedro/uploads/pdf/n7/pasajes.pdf

[6] CAMPÀS, Joan. Genealogía del arte contemporáneo. Materiales UOC. 2020

[7] ORTEGA Y GASSET, José. La deshumanización del arte.

[8] CAMPÀS, Joan. El realismo. Materiales UOC. 2020. p. 10.

[9] Van Gogh llegó a decir de la obra de Gaugin: “¡Formidables! No fueron pintadas con el pincel, sino con el falo. Cuadros que son, al mismo tiempo, arte y pecado [...] Esta es pintura que sale de las entrañas, de la sangre, como el esperma sale del sexo.  Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Gauguin Consulta realizada en marzo del 2020.

[10] Theo van Gogh, cuya compañía Goupil & Cie hacía negocios con Poitier, que era el marchante de Gaugin.

[11] CAMPÀS, Joan. Genealogía del arte contemporáneo. Materiales UOC. 2020.

[12] CAMPÀS, Joan. El realismo. Materiales UOC. 2020. p. 7.

[13] THOMPSON, Belinda. El impresionismo. p. 38. Materiales UOC. 2020.

[14] Nota del autor: Me refiero especialmente a la obra de Edvard Munch “El grito” (1893), o a cualquiera de la extensa obra de Gaugin.