Modo de representación primitivo
En el modo de representación primitivo he seleccionado la obra del realizador Georges Hatot, y dirigida por Alexandre Promio (quien empezó de operador de cámara de los Lumière). “El asesinato del duque de Guisa”, un film exhibido en 1897 y realizado para los hermanos Lumière, a pesar de haber sido un film criticado y calificado de mediocre[1], en mi opinión se introduce en el “novedoso” ámbito del cine histórico, puesto que su argumento relata el asesinato del duque de Guisa por orden y mandato del rey Enrique III, en el Castillo de Blois, en una acción situada a finales del s. XVI.
El contexto histórico del film se desarrolla en la Francia de Enrique III, el último de los Valois, hijo de Enrique II y Catalina de Médicis, y cuyo mandato transcurrió entre luchas de cristianos vs hugonotes, donde el duque de Guisa, que anhelaba la corona de Francia, tenía el apoyo del pueblo, y refrendó con Felipe II de España un tratado donde excluirían del trono de Francia a los apóstatas, blasfemos e iconoclastas, para asegurar la sucesión de los Valois a Carlos de Borbón, por lo que Enrique III, celoso y viendo peligrar su mandato y sucesión, manda asesinar al duque de Guisa en los aposentos de palacio, donde también fenecería su hermano que salió en su auxilio. No es baladí el tema ya que “La noticia del doble crimen llegó a París. El pueblo entero se levantó indignado declarando a los dos hermanos mártires de Jesucristo”. Los predicadores hicieron jurar a todos los parisinos que derramarían hasta la última gota de su sangre hasta vengar a los Guisa. Una procesión de más de 100.000 personas recorrió las calles de París… a la vez que todos gritaban la frase mágica: "Dios extingue de esta misma forma la raza de los Valois"”[2], es esta última parte de la venganza del pueblo de Francia la que se asume implícitamente en la película, donde la acción continuaba fuera de ella.
Entre finales del s. XIX y principios del XX se sitúa la creación y proyección de la cinta, ante una Francia que estaba embalada en una época convulsa, después de las diferentes guerras napoleónicas, en 1852 Napoleón III se corona rey de Francia (1852-1870), pero sus intereses expansionistas traerían nuevas desgracias para el pueblo galo, que convergía en los albores de la abolición de la monarquía, así que Hatot, exhibe su obra en un momento que enaltecería seguramente los sentimientos del pueblo francés, encaminado hacia un nuevo modelo de paradigma político.
Es cierto lo que afirma Burch de que “El rasgo del cine primitivo más evidente para la mirada moderna es la ausencia de persona clásica”[3], pero me adelantaría al afirmar que “El asesinato del duque de Guisa” es un impasse en este aspecto entre ambos modos de reproducción, tanto el primitivo como el institucional.
Este tipo de película ya necesitaba de un dispositivo sonoro “necesitaban de una instancia narrativa exterior para ser comprendidas”[4], Pérez Soriano, en su estudio del film, resalta la narrativa, la semiótica y especialmente la banda sonora, de la que desarrolla un profundo análisis[5], y subraya a la productora francesa que lo distribuyó “Le Film d’Art” cuyas intenciones al parecer fueron la de pasar del divertimento popular, que venía siendo la tónica cinematográfica de la época, a un salto como dispositivo estético-artístico, aquél al que Riccioto Canudo llegaría a calificar al cine como “séptimo arte”.
Es aquí donde surge “Film d’Art”, como un movimiento de intelectuales cuya pretensión era la de cambiar el tipo de espectáculo cinematográfico mejorando la calidad de las películas[6], y es evidente que con cintas como la de “El asesinato del duque de Guisa” iba en buena línea.
Esta película tiene una duración de 15 minutos, y está grabada en unos 300 metros de cinta. Recordemos que la regla general de las películas Lumière exigían que la obra acababa en cuanto la cinta terminaba, y los rollos de cintas no podían ser mayores, ya que el celuloide donde se almacenaba era muy frágil. La cinta original no disponía de música ya que ésta era creada en directo al tiempo que se proyectaba, pero el éxito de la corta película ha hecho que la cinta se restaurase en 1980, pasando de los 16 fps originales a los 24 fps en la versión restaurada.
Si el montaje es la combinatoria de imagen, movimiento y sonido, esta película consta de las tres partes, montado en la línea espaciotemporal delimitado por el proyecto cinematográfico, al que la técnica representativa de los actores han de adaptarse, pues no es lo mismo una actuación teatral que una actuación cinematográfica sin sonido, de ahí la expresividad exagerada, la gesticulación de los actores y la puesta en escena del resto de actores formando conjunto en el plano.
En este film, el encuadre siempre es fijo, como si se estuviese reproduciendo en un teatro, el espectador permanece como punto de fuga de la perspectiva, el hecho de dividir el marco en líneas horizontales y verticales para obtener el centro y la regla de la proporción áurea de los 2 tercios se hace evidente a lo largo de toda la película, centrándose a los personajes en los encuadres rectangulares fijados por el visor.
Las diferentes secuencias de las que consta el film están claramente marcadas, la primera es cuando la amada del duque (la marquesa de Noirmoutiers) se encuentra en la alcoba con éste y recibe el aviso de llamada del rey, escena donde la actriz vuelve rápidamente a situarse en el centro del marco.
En la segunda secuencia, el rey se sitúa en la posición de la proporción áurea, es decir, en su izquierda guardando una cuidada proporción de los 3 tercios, hasta la entrada de sus lacayos donde su situación vuelve a centrarse para ser el centro del marco.
Observamos como el duque de Guisa tiene su espacio reservado en la entrada del palacio en el centro también, siendo el punto de referencia de los actores, ante una cámara inmóvil de montaje continuo que complementa el objetivo narrativo.
Si bien es cierto que el modo de reproducción primitivo es semánticamente más pobre que el institucional, tal y como nos describe Burch en su obra “El tragaluz infinito”, no por ello la película de Hatot desmerece en su semántica, pues si el lenguaje no verbal constituye el 80% del lenguaje, esta película transmite sentimientos al espectador con un lenguaje interpretativo sobre la base de gestos y puesta en escena, cinta ésta que como medio de expresión o medio de comunicación sobresale dentro de su contexto sociocultural.
En definitiva, la obra de Hatot y A. Promio es una pequeña obra de arte, que bien contextualizada nos enseña las bases de un modelo de representación cinematográfico primitivo, no muy lejos del modo institucional, con una narrativa y una música adaptada que encumbran también la parte técnica de la realización de la mano de G. Hatot.
[1] La Antología del cine de L’Avant-scène clasificaría la película (1974) “entre las vistas mediocremente teatrales que toman prestados sus peores efectos de la iconografía oficial”. (Fuente: Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/El_asesinato_del_duque_de_Guisa_(pel%C3%ADcula)). Consulta: Marzo 2021.
[2] http://www.gorgas.gob.pa/Documentos/museoafc/loscriminales/magnicidios/enrique%203.html Consulta: Marzo 2021.
[3] BURCH, Nöel. “El tragaluz del infinito”. Cap. VIII. Ed. Cátedra. Signo e imagen.
[4] http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/historiadelcine/modo-de-representacion-primitivo/ Consulta: Marzo 2021.
[5] PÉREZ SORIANO, Esther, “L’assassinat du duc de Guise. Narrativa, semiótica y análisis en la banda sonora de una película de cine mudo”
[6] Remarcado por GONZALEZ LOPEZ, Palmira en “La época del cine mudo y clásico” en su apartado 1.3.2 “Film d’Art, un proyecto de cine diferente”. Historia del cine. Módulo 2. UOC. 2021.