POSVERDAD Y POSMODERNIDAD

POSVERDAD Y POSMODERNIDAD

POSVERDAD Y POSMODERNIDAD

Actualmente los media, entendidos como el conjunto de los medios de comunicación, se hacen eco de los neologismos posverdad y posmodernidad, y es ésta última la que engloba el concepto de posverdad.

Para J. Storey, la posmodernidad es una sensibilidad, una corriente de pensamiento que inculca nuevas conceptualizaciones, y le atribuye el ir en contra de la canonización de la revolución de la vanguardia moderna, pero Storey al hablar de vanguardia moderna habla también de posmodernidad, por lo que no solamente no va en contra, sino que forma parte de todo el conjunto, pues tal y como definía la Gestalt, el conjunto en sí mismo es más que la suma de sus partes.

Storey afirma que el arte moderno ha perdido su capacidad para sorprender y molestar, nada más alejado, ¿acaso podemos decir que Bertold Brecht no nos sorprende con su concepción de teatro participativo? De hecho, el arte moderno se tiene que batir en la actualidad con diversas realidades, no existe una única verdad al igual que no existe una única realidad.

Cuando Walt Disney nos mostraba al pato Donald en su vehículo, la realidad de un niño en edad infantil, es que ve un dibujo “amigo”, entrañable y divertido, pero ese mismo dibujo en un adulto nos enseña otra realidad, vemos un pobre sujeto envuelto de conocimiento que nos lleva a nuevas verdades, sobra con observar la matrícula del coche, 313, un número que no estaba por fortuna allí, sino que Walt Disney lo puso por ser el único número conocido por el ser humano que cumplía la regla de ser capicúa tanto en decimal como en binario, lo que nos hace ver otra realidad, la que nos sitúa en la ignorancia o insignificancia del ser humano ante la grandeza de las matemáticas o del concepto de infinito del matemático Cantor.

Cuando el filósofo argentino José Pablo Feinmann, nos enseña los pensamientos marxistas exhibidos por el mismo W. Disney en su creación artística de Mickey Mouse acerca de su obra “El aprendiz de hechicero[1], también expone dos realidades, y al hacerlo delata la metanarrativa subyacente, que habita en una hiperrealidad baudrillardiana, una simulación en boca de J. Baudrillard “una simulación es la generación…de algo real sin orígenes o realidad: una hiperrealidad[2]

El mero hecho de aceptar varias realidades nos lleva a afirmar que existen múltiples verdades, y con ello aceptamos las posverdades, y no por el hecho de que nuestros sentimientos vuelen por encima de nuestra razón o lógica, lo que afirma Rubén Amón[3], sino por el hecho de que el término posverdad engloba múltiples verdades y múltiples mentiras asumidas como verdades.

Cuando los media, en la gamificación social, en la que nos vemos inmersos, nos trajo de la mano de Nintendo el “Pokémon Go”, entró en nuestra vida una nueva realidad, la realidad aumentada, una realidad que permite al usuario interactuar con la realidad y la ficción, ambas, se dan juego en un universo ficticio a partir de lo real y de lo virtual[4], una realidad que se ha unido a este universo de hiperrealidades y metanarrativas.

Es evidente que en la actualidad todo es relativo, ya no podemos afirmar absolutos, pero ello no nos debe llevar a conclusiones erróneas como la que afirma Sean Coughlan de que “ya no existe la verdad”[5], pues al contrario, ahora existen múltiples verdades, lo que tal vez se ha puesto en la palestra es el concepto de “verdad absoluta”, pero las diferentes verdades relativas nos llevan al materialismo dialéctico, ahora todo es relativo, tal y como también afirma el propio Coughlan en su artículo, y es nuestro conocimiento científico y tecnológico el que nos hace acercarnos a la verdad absoluta, pero sin llegar a alcanzarla.

No creo que se esté corrompiendo la integridad intelectual, sentencia afirmada por el filósofo británico A. C. Grayling[6], sino que lo intelectual se nutre de las diferentes formas de comunicación, y en la actualidad, la tecnología ha puesto en manos del individuo múltiples formas de comunicación, los media.

Si bien es cierto que los media están politizados, y sujetos al poder económico, no pienso que sea imposible separar la cultura y la ideología de lo económico, más bien el problema deriva del exceso de información que crea una desinformación, estamos ante una infoxicación de los medios, es el propio individuo el que debe sintetizar, pero ante tal avalancha de medios y de información que construyen su propia realidad, nos cuestionamos todas las afirmaciones o nos dejamos llevar por su representación de la realidad como dice J. Baudrillard.

Es un cambio sistémico, la ciencia nos ha traído una tecnología revolucionaria, los media han evolucionado, ahora le toca al ser humano evolucionar, la cultura se ha transformado en la línea que afirmaba Adorno y Horkheimer, pero siendo menos crítico con el sistema. Ahora tenemos nuevas formas de vida social y de relaciones, nos catalogan de sociedad de consumo, sociedad de los medios de comunicación o sociedad del espectáculo, como afirma Fredric Jameson, pero nos ha de ser indiferente la catalogación, si dominamos la tecnología y nos adaptamos al medio tal y como el ser humano ha venido haciendo desde sus orígenes, su evolución será positiva, pues el hecho de disponer de hiperrealidades y posverdades enriquece nuestra cultura y pensamiento, no es un transhumanismo, es un cambio sistémico en el modelo cultural, social, político y filosófico de nuestra corriente de pensamiento y raciocinio.

Lyotard nos dice que la ciencia asume el status de metanarrativa en esa liberación del ser humano, pero no es que lo asuma, es que la ciencia ha sido el instrumento principal que ha tenido la humanidad para liberarse de sus ataduras, tanto físicas como mentales, aunque discrepo de Lyotard, en que nuestra cultura popular posmodernista es una cultura del todo vale, porque en la realidad individual de cada persona es donde NO todo vale, ya que si para él, el dinero es el único signo de valor en la actual sociedad, es que menosprecia la valía del resto de valores, tanto tangibles como conceptuales o sentimentales, recordemos que hasta Nietzsche nos alentaba a descubrir el origen de los valores.


Nuestra sociedad parece obcecada por poner nombre y catalogar todo lo que le rodea, de esa manera pretendemos tomar cierto dominio para ordenar y resumir la cantidad ingente de información que nos aporta los media, es innato en el ser humano el resumir y catalogar para evolucionar, un reduccionismo práctico, donde nuestro cerebro se desprende de aquello que no le sorprende, no le interesa o no le es útil, lo que viene a aseverar la anterior afirmación de que el arte moderno NO ha perdido su capacidad para sorprender.

Z. Bauman afirma que la cultura es invención y preservación, pero que debe generar orden, y con ello pone de manifiesto la dificultad de crear un orden material y simbólico, lo que nos lleva nuevamente al orden necesario en nuestro pensamiento para conformar nuestras verdades, nuestra cultura, un reduccionismo ordenado.

¿Acaso los presocráticos cuando separaban naturaleza y pensamiento, no estaban separando sujeto de objeto, physis de nous?, pues esto es lo que pasa en la posmodernidad, que el plano desde el que componemos lo pensado sigue siendo el mismo, pero el plano donde nos nutrimos de pensamiento ha sido ampliado y diversificado notablemente, lo que me lleva a un acercamiento con Ápeiron de Anaximandro cuando decía aquello de que todo pensamiento es también materia del ser, el hombre no es solo hombre por ser materia, sino por su conjunto que le conforma y dota de pensamiento.

Sabemos que el mundo y la historia eran y siguen siendo desde el s. XVIII, una creación humana, y la separación de poderes de Montesquieu hizo de la sociedad un modelo de estado de derecho democrático, en mayor o menor medida, pero el sistema económico validado por el economista Adam Smith, puso el valor del dinero por encima de cualquier poder, lo que ha subordinado a los individuos, cosa que no nos debe de extrañar, pues el propio Rousseau ya venía avisándonos que nuestra ambición era la de ser burgueses, y nuestra cultura inculcada era obedecer y ser obedecidos. Fueron muchos los filósofos e ideólogos que han venido a lo largo de la historia avisándonos del peligro de subordinarnos al sistema capitalista, Marx fue uno de los principales, porque dicho sistema nos ha llevado a una sociedad de consumo, y el consumo, en tendencia infinita, es estúpido e ilógico.

Desde la ilustración arrastramos esos modelos de pensamiento, pero los media nos han facilitado una hiperrealidad, una metafísica que se plantea nuevos mundos, reales o no, incluso se plantea nuevos universos, multiversos abalados por la teoría de cuerdas, metafísica en estado puro, y ¿qué pasa con nuestros conceptos de verdad y mentira, de bueno y malo, de bello y feo cuando ampliamos tan descarada y desmesuradamente los planos dimensionales que conforman el pensamiento?, pues que nacen nuevas verdades, que nacen posverdades que nos hacen dudar de las verdades absolutas, ya nada es lo que era, pero es que hablamos de posmodernidad como si ya hubiésemos superado la modernidad, y nos lo decía Habermas, que la modernidad es un proyecto inacabado, una evolución necesaria para ese cambio sistémico.

De la misma forma que no podemos afirmar que estamos ante una cultura del “todo vale”, tampoco podemos decir que “ya nada es naturaleza, todo es cultura, y toda cultura es singular[7], en la línea de Lyotard, puesto que no solamente la naturales no es nada, sino que es todo aquello que nos rodea, tanto si el mercado ha capitalizado nuestra cultura como si no, la naturaleza es un todo gestaltiano, al igual que la cultura, y lo que la posmodernidad nos ha traído no ha sido una cultura singular, al contrario, una pluralidad de culturas.

La película Matrix, de Lana Wachowski y Lilly Wachowski, en su capítulo 3, Matrix Revolutions, nos cuenta la historia de un humano en el universo real de Matrix, que delata al protagonista, Neo, a los agentes del lado oscuro de la matrix virtual, y lo hace alegando que le apremian con una recompensa virtual, pero que en su opinión, dicha recompensa le es indiferente el hecho de que sea real o virtual, ya que su virtualidad es real en su pensamiento, le satisface y encuentra placer, en su mente prefiere ser un rico virtual que un pobre real.

Con la posverdad ocurre algo parecido, tal vez una posverdad no sea cierta, pero por el hecho de ser reconocida como verdad, lo será. Lo realmente verdad es lo que hemos asumido como colectivo, es el conjunto de nuestras subjetividades que se han puesto de acuerdo para afirmar colectivamente lo que es verdad y lo que no.

La democracia que nos inculca nuestra cultura, empieza por nosotros mismos, no podemos estar dudando constantemente de que todo aquello que va en contra de mi pensamiento, de mi cultura, de mi personalidad, es una posverdad, todo es falso excepto lo que a mí me enseñan o excepto lo que yo considero que debe ser cierto. Hemos de abandonar ese egocentrismo, no todo es válido y no todo lo que pensamos de forma individual es una verdad, y mucho menos absoluta.

“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.”
Montesquieu (1689-1755)



[2] STOREY, John. Teoría cultural y cultura popular. P. 246.

[3] AMÓN, Rubén. Posverdad, palabra del año. El País. 17/11/16

[4] PALAZUELOS, Félix. Pokémon Go, por qué el fenómeno de realidad aumentada está arrasando. El País. 26/07/16 https://elpais.com/tecnologia/2016/07/12/actualidad/1468336791_763102.html

[5] COUGHLAN, Sean. Qué es la “posverdad”, el concepto que puso de moda el “estilo Trump” en USA. BBC. 12/01/17.

[7] VILA ABENZA, Joan Ramón. Filosofía y cultura. Módulo 3. UOC. 2019. Apartado 4.4